Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/24

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ra, homenajes de los hombres, el de las hetairas. Sólo las jóvenes destinadas a esta industria reci- bían una educación cuidada, que se negaba a las hijas consagradas al matrimonio. Acaso ningún otro pueblo como el griego tuvo tan embotado el sentido moral en sus diferentes relaciones con la vida pública. Sócrates mismo no tiene para ello una palabra de censura. Eurípides, sin embargo, acentúa que es costumbre helénica amara una sola esposa, no a dos como los bárbaros; y Jenofonte en su Economía, diseña con gracejo la división del trabajo entre los dos sexos, fundándose en su diferente naturaleza, en el predominio social del hombre, por una parte, y en la igualdad de am- bos y en ser recíprocamente imprescindibles. En su novela de Ciro nos ha dejado una exposición sublime del ideal de la esposa precristiana, don- de también acentúa el deber del marido frente a las virtudes de la mujer. La nueva comedia grie- ga de Menandro y Filemón — no desde luego la antigua comedia de Aristófanes, cuyos episodios lascivos y groseras ocurrencias, como las algo más delicadas de la Lisistrata, desenterrada en nuestros días, sólo son concebibles en un teatro reservado para hombres, y en el que hasta los papeles femeninos estaban representados por va- rones — la nueva comedia griega, digo, la poste- rior, gustaba de describir la casa y la familia, los padres, los hijos y los esclavos en impresionan-