Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/26

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todo, Aristóteles no llega a ser justo para la mu- jer. Como todos los griegos, participó en la creen- cia de que el individuo tenía que desaparecer en el Estado; para el Estado prevalece sólo la per- sonalidad. El concepto de la personalidad libre y su valor independiente queda oculto para él. La doctrina del Estado es la premisa de donde deri- va la potestad ilimitada del hombre, del marido. Consecuencias de más peso tuvo su teoría del valor inferior de la mujer, teoría encubierta en la distinción filosófica de materia y forma, de prin- cipio activo y pasivo, en el nacimiento de los cuerpos: la mujer es para él un hombre mutilado, y así ha sido repetido después por Santo Tomás de Aquino, hasta nuestros días. Está, por consí- guiente, el hombre en la cima, como última meta; la mujer no está privada de derechos, desde lue- $0, y la educación femenina es necesaria, pero el sexo masculino es más justo, más valiente; en una palabra, mejor (1).

(1) No es posible todavía conjeturar cuántas nuevas aporta- ciones puede traer para el derecho privado el estudio de los papiros. Daré tan sólo el contenido de uno, procedente de la isla Elefantina, en el Nilo, que contiene un contrato matrimonial celebrado en un campamento macedónico hacia el año 300, antes de Jesucristo: «He- racleidos y Demetria se casan bajo la condición de que H. no tenga ninguna otra mujer ni concubina, ni haga nada incorrecto contra ella. Si esto, empero, aconteciera, deberá devolver la dote y pagar además una multa de igual cuantía. En la misma forma se obliga la

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