Página:Finke Mujer Edad Media.djvu/31

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busques, yo volveré, y en sueños estaré cerca de ti.» Y aunque sean éstas las palabras de un poe- ta, revelan que el pueblo romano, ante la corrup- ción de las costumbres, no había olvidado los más nobles sentimientos de sus mujeres.

La mujer entre los germanos. — Para muchos de nosotros es conocida la frase de la Germa- nia de Tácito: Inesse quin etiam sanctum ali- quid et providuam putant: «los germanos creían que en las mujeres residía una fuerza santa y previsora; por lo que ni desdeñan su consejo ni se apartan de sus vaticinios». Innumerables ve- ces se ha repetido el pasaje de Tácito para in- culcarnos el inmenso respeto de nuestros antepa- sados por la mujer. Entusiasmado, lee el escolar del último curso del Gimnasio, en la historia ale- mana de Lamprecht: «El puesto elevado de la mujer en el derecho matriarcal se refleja en estas palabras: la mujer era el tesoro de las generacio- nes, portadora de dones celestiales, transmisora de la sabiduría de la mente divina.» Por desgracia, una investigación más detenida no confirma es- tos juicios sobre la mujer germánica. Lo dicho por Tácito no se refiere a las mujeres todas, sino a algunas iluminadas, acaso sacerdotisas profe- sionales. Esta elevada posición es más religiosa que civil, más pasiva que activa. Los hombres germánicos abandonan a esas mujeres, que, con- forme al dicho de Tácito, gozaban de tanto res-

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