llas, salvo en las indias jóvenes, cuyos semblantes «brillan entonces como cobre iluminado por el sol.»
Los pómulos salientes, pero bien rodeados de carne, la nariz dilatada, los labios gruesos y la barba redonda dan al conjunto de la fisonomía una gran expresión de dulzura.
La mirada tiene algo de extraño, merced á la forma característica de los párpados: mientras el superior apenas se conserva por encima, de la línea media del ojo, el inferior describe hacia la mejilla una curva mucho más pronunciada que en los hombres de las demás razas.
El cráneo es braquicéfalo, lo cual dimana, en muchas comarcas al menos, de las manipulaciones de los abuelos, hábiles en modelar la cabeza de sus nietos dentro de una calabaza.
El pelo de la india, es negro, espeso y sin ondulaciones, como el de las americanas del Norte: el niño lo tiene ya al nacer bastante abundante: los viejos, rara vez se quedan calvos y apenas blanquean sus cabellos.
Las indígenas sometidas tienen la costumbre de ocultar á medias la frente con los largos mechones de su crin, mientras que la mayoría de las indias independientes, se echan atrás el pelo, cuando no se afeitan por completo la parte superior de la cabeza.
