rece que le ofende: la felicidad verdadera carece de curvas, de formas y de cuerpo: es inmaterial.
Hay otro detalle que las singulariza: su desmedida, su frenética, su inverosímil afición al baile: para la mujer de Puerto Rico el baile es la diversión suprema: mucho gustan de la música, del canto, de la poesía, del teatro, pero no hay nada que las cautive como el baile, cosa incomprensible si se tiene en cuenta que los rigores ardientes de la temperatura mantiene durante todo el día el cutis sudoroso; pero eso no las amilana, no les importa: sin duda en el baile hallan la más refinada voluptuosidad, esa que proporciona los placeres con dosimetría, lentos, intensos y hondos: sino, sólo por la satisfacción de danzar, no se concibe que horas y horas estén ajetreándose, soportando la incomodidad de un calor de horno, asfixiante...
Después de todo, si eso las complace y arrebata, las seduce y les es grato, por mí...
