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á la faringe, que comunica con la laringe; por delante y detrás de aquélla con el esófago, pasa á la tráquea (láminas 12, 25 y 26), que se separan en dos para formar los bronquios, que se dividen como un arbol, en ramas cada vez más pequeñas. Estas acaban por formar una cantidad innumerable de pequeñas vesículas (células pulmonares), rodeadas cada una de una rica red de capilares, pertenecientes á la pequeña circulación, y abastecidas por el corazón derecho; todo lo cual constituye el aparato respiratorio (láminas 16 y 25).

La sangre de estos capilares toma el oxígeno al aire que entra en estas vesículas por la inspiración ó aspiración; le devuelve por la espiración, el gas carbónico cuya cantidad se encuentra aumentada por esto en el aire espirado constituyendo la respiración. La sangre, vuelta roja, regresa ahora de los pulmones al corazón izquierdo para ser distribuída de nuevo por todas las partes del cuerpo, que constituye la función de la circulación (láminas 17 y 18).

En el aire, el nitrógeno es el elemento neutro, y el oxígeno es el elemento vivificante, nutritivo del aire; el gas carbónico es el producto de la combustión animal, la parte utilizada, como si dijéramos la ceniza; el gas carbónico no es apto para alimentar en esa forma al cuerpo y debe ser eliminado, principalmente por la respiración, porque sino constituiría un verdadero veneno en la sangre.

Si una causa cualquiera impide este cambio pulmonar y esta eliminación de gas carbónico; por ejemplo: la estrechez de la laringe por compresión en el crup, un semi-ahogado, etc., resultará bien pronto la muerte. Sucede lo mismo cuando el oxígeno falta en el aire inspirado; como sucede al ratón bajo una campana, cuarto cerrado, la gruta del Perro cerca de Nápoles, ó un pozo cegado, habitación con fuego ó muchas luces y mal ventilada, bodega en igual condición, donde hay fermentación que produce mucho gas carbónico.