jido que producirá más tarde la atrofia, la parálisis ó la gangrena del miembro.
Sólo puede aconsejarse que suavemente pongan el miembro en su posición natural, siguiendo la dirección que llevó el hueso al dislocarse y estirar suavemente las extremidades de los huesos. Así, pueden á veces conseguir reducir las luxaciones del tobillo y de la muñeca; pero nunca deben intentar hacer el de las demás articulaciones: codo, hombro, rodilla y muslo. Hoy día sólo se permite que intenten poner en su sitio la mandíbula dislocada, introduciendo los pulgares resguardados (con pañuelo, tela, cuero, etc.) hasta los últimos molares y comprimiendo hacia abajo y adelante con los dedos hacia afuera (lámina 33).
La rotura de un hueso se llama fractura.
Los huesos son duros, pero frágiles y se rompen como el vidrio ó la porcelana bajo la acción de violencias exteriores sobre los huesos, como ser: bala de fusil, choque, golpe, caída, salto, etc., más fácil en los viejos, que tienen los huesos más calcáreos (fosfato de cal), que en los niños cuyos huesos más bien se doblan, porque son más elásticos. También, según su forma, los huesos tienen mayor ó menor facilidad para romperse; los huesos largos (clavícula, humero, cúbito, radio, femur, tibia) son los más frágiles; siguen los planos (costillas, omóplato), y los que más difícilmente se rompen son los cortos (vértebras, carpo, tarso). Así casi siempre bastará buscar sobre los miembros (huesos largos) para encontrar una fractura á un caído.
Distinguimos las fracturas en simples y en expuestas.
Una fractura es simple cuando la piel que cubre el hueso queda intacta (lámina 34), éstas pueden ser completas ó incompletas, compuestas de varias partes y conminutiva cuando el hueso se rompe