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Se pierde yá a lo lejos la errante caravana
dejándome—camello que cabalgó el Excidio... —
¡cómo buscar sus huellas al sol de la mañana,
entre las ondas grises de lóbrego fastidio!
¡Nó! buscaré dos ojos que he visto, fuente pura
hoy a mi labio exhausta, y aguardaré paciente
hasta que suelta en hilos de mística dulzura
refresque las entrañas del lírico doliente;
Y si a mi lado cruza la sorda muchedumbre
mientras el vago fondo de esas pupilas miro,
dirá que vió un camello con honda pesadumbre,
mirando silencioso dos fuentes de zafiro...