El beso resbalado al pie de su corriente, la lágrima caída sobre sus aguas quietas.
Las núbiles muchachas que van de tarde a ella con cántaros sedientos posados sobre el hombro, las hijas de mi pueblo, las nuevas nazarenas.
Volvamos que me siento morir de la tristeza lejos de aquellos ojos, lejos de aquellas risas que mi camino oscuro sobre este mundo alientan.
La amiga, los hermanos, el santo regocijo de las humildes fiestas, el rostro tan querido de aquella madre anciana, de aquella madre tierna.
Ni auroras, ni oraciones, ni amores, ni esperanzas encontraremos nunca, como en la villa aquella donde palpita el sueño de la casita vieja.
Donde al empuje leve de aquel pasado eterno, el corazón nos lleva, - la sangre nos arrastra, el alma nos entrega.
Y las venturas pasan en caravana luenga, como el desfile mudo de todo lo que ha sido, de todo lo que vive, de todo lo que queda!
Vamos de aquí; volvamos, volvamos al desierto ! Este artificio humano, esta ciudad me enferma,
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