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El canto de las sombras

LAS ROSAS BLANCAS

Y extendióse su mano descarnada sobre la sombra del helado lecho, mientras rompió en siniestra carcajada la tos fatal del agotado pecho.

Tal vez en esa albura perfumada halló la ruina del jardín deshecho, al vislumbrar en la mansión soñada el triste fin del recorrido trecho.

Y cogiendo mis flores temblorosas, en el desborde azul de su ternura miróme largo tiempo, fijamente...

Hubo en sus ojos languidez de rosas, y pensé que en un vaho de tristura pudieran deshojarse de repente.

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