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El canto de las sombras

LAS FLORES NO OFRENDADAS

Sin llegar al destino que tenían las pobres marchitaron, se durmieron después, y un triste día estaba solo el vaso.

La noche del olvido, como heridas las rosas desangraron sus hojas de rubíes, parecía que las sombras goteaban en mi cuarto.

Y no sé si fué culpa del delirio, pero al mirar el ramo que en un pliegue lunático de vidrios se hundía solitario;

parecióme que en torno de los pétalos alzóse un velo blanco, algo así como el alma de un recuerdo que se extinguió temblando.

Pobres flores de amor! todas vertidas en el arrobo largo, sin el sollozo azul de esas pupilas ni el beso de esos labios.

Quién pensara que así, como su aroma, en un etéreo vaho el sueño de mi vida a aquellas horas se estaba evaporando!...

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