elayre, y ſol con ellas como con vna denſa nube.
La traza pues que tienen los Indios para cogerlas, es, obſeruar ſu dormida, y como en aquellas pampas ay tan grandes, y crecidos pajonales, nunca paran en parte donde no los aya; antes parece, que buſcan ſiempre los maſ altos, y eſpeſos, que es lo que los Indios pretenden, porque llegan de noche quando eſtan ellas muy quietas, y pegando fuego al pajonal con los recios vientos, que ay alli de ordinario, ſe enciende la llama, y ſin que eſcape vna, quedan alli muertas infinitas (de que hazen grandes montones) y como juntamente que dan toſtadas, no tienen que hazer mas, que molerlas, y dela harina, hazen ſu pan, que ſirue para ſu ſuſtento, para el qual tambien vſan de vna yerua, que llaman, el cibil, que aora ſea por pacto del demonio, o por natural virtud, que tenga, dizen, que los ſuſtenta muchos dias, ſolo con traerla en la boca, donde haze vn genero de eſpuma blanca, que aſoma por los labios, y cauſa muy deſagradable viſta, y a mi me dio muy grande aſco quando los vi.
Aunque eſta gente no es tan guerrera como la de Chile, no dexa abſolutamente deſerlo, como lo han moſtrado en algunas ocaſiones. y fuera del arco, y flecha, que es el mas comun genero de armas delos Indios, en que ſon tan dieſtros, que hazen tiros increibles alos que nolo ven y alos que lo ven, de grande admiracion vſan eſtos Indios de otro genero de armas extraordinario, el qual ſe compone de dos bolas como naranjas medianas, la vna es mayor, y es de piedra perfectiſimamente labrada a pulimento, la otra es de vna vejiga, o cuero a manera de pelota, que llenan de alguna materia menos peſſada que la piedra; eſtan eſtas dos bolas atadas fuertemente alos extremos de vn recio cordel, que texen de neruios de toro, y pueſto el Indio en vn alto y tomando en la mano la bola menor, y de menos peſſo dexando la otra en el aire, comiença a hondear con ella, trayendola a manera de honda ſobre la cabeza mientras eſta haziendo la apunteria para derribar al contrario.
En hauiendo aſegurado el tiro, arrojan aquella como cadena con balas, las qual llegando como pretenden alos muslos o piernas del enemigo, con vna, y otra buelta, que da la bola de piedra con el grande impetu, que lleua lo en laza de manera que en vn abrir, y cerrar de ojos lo traba, y lo derriba en tierra como avn pollo, baxan luego delo alto, donde eſtauan, con tanta prieſſa, que no dandole lugar a deſemboluerſe, lo hazen pedaços entre las manos, y es tan poderoſo eſte inſtrumento, que baſta no ſolo para en lazar, y derribar vn hombre, ſino tambien a vn potro, vn cauallo, y vn toro delos muchos, que ſe crian en aquellos campos, deſpues que los eſpañoles conquiſtaron aquellas tierras, como vimos en el capitulo 29. del libro primero.
No traen oy eſtos guerras con nadie, porque aunque no reconocen ſugecion ninguna, ſe portan con los Eſpañoles como con amigos, aque ayuda el ver que eſtan las ciudades tan pobladas, y defendidas, que no es tratable entre ellos ningun alboroto, o motin contra ellas, antes entran, y ſalen como quieren, y quando an cobrado afficion a algun Eſpañol, y ſe hallan obligados de ſu buen trato, y correſpondencia, vienen muchos de ellos al tiempo delas coſechas a ayudarſelas a recoger, y luego ſe bueluen alas hanchuras de ſu libre, y vaga habitacion. algunos ſuele hauer, que juntãdoſe en tropas, ſalen alos caminos alos Eſpañoles, que van en ſus carretas, para lo qual ſuelen lleuar en ellas buena municion, y arcabuces, y no parten ſino en conſerua muchas juntas, porque algunas veces an ſuccedido algunas deſgracias. pero lo ordinario ſe contentan con que les den algo, y para eſto llegan alas carretas, y lo piden con gran libertad, como ſi fueran dueños de todo, y en dandoles algun biſcocho, y vino, o algun otro regalo, ſe van con Dios; pero ſi los caminantes ſon eſcaſos, no van muy ſeguros, aunque ſiempre ſe hazen reſpetar las bocas de fuego.