mones, y con la sangre de ellos antes que se enfriase, rociaban el ídolo que tal sacrificio mandaba hacer, y luego en los mismos pulmones y corazon miraban sus agüeros, para ver si el sacrificio habia sido acepto ó no; y que lo hubiese sido ó no, quemaban en ofrenda para el ídolo el corazon y los pulmones hasta consumirlos, y comian al Indio sacrificado con grandísimo gusto y sabor, y no menos fiesta y regocijo aunque fuese su propio hijo.
El P. Blas Valera, segun que en muchas partes de sus papeles rotos parece, llevaba la misma intencion que nosotros en muchas cosas de las que escribia, que era dividir los tiempos, las edades y las provincias para que se entendieran mejor las costumbres que cada nacion tenia; y asi en uno de sus quadernos destrozados dice lo