Página:Historia Verdadera del Mexico profundo.djvu/109

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cultura europea. Es decir, la evolución de la materia (piedra, bronce, hierro, acero), en el desarrollo tecnológico de las armas y en el grado de complejidad de los mercados y las relaciones comerciales y de producción.

Pero el pensamiento filosófico de los Viejos Abuelos del Anáhuac, aunque diferente, es parecido en su esencia a los de India y China. Los parecidos que hoy podemos observar en los pueblos de acuerdo a sus tradiciones, temperamentos, fiestas, usos, costumbres, comidas, vestidos, construcciones, nos confirman que la raíz de su concepción filosófica del mundo y de la vida, tiene muchas similitudes y en algunos casos, asombrosas semejanzas.

Como en todo pensamiento filosófico antiguo existían tres niveles de conocimiento. El más puro y sofisticado que manejaban los llamados hombres y mujeres de conocimiento, en lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas y que debieron ser centros de investigación y de estudio, donde los niveles de la “filosofía del conocimiento” debieron alcanzar su máximo esplendor, mismo que, hasta el día de hoy desconocemos. El concepto filosófico de los toltecas tenía que ver, como hemos dicho ya, con los niveles de “percepción” de la energía.

El segundo nivel, que está representado en las maravillosas creaciones materiales, desde las pirámides hasta los códices. Donde de forma artística siempre está presente el pensamiento filosófico. Como ejemplo, podríamos mencionar el “quincunce” o la “cruz de Quetzalcóatl”.

Todas las plantas arquitectónicas, especialmente del Período Clásico, están compuestas de una serie de patios rodeados de cuatro habitaciones en sus cuatro lados que, siempre están rigurosamente orientados a los puntos cardinales, mantienen medidas proporcionales a la mecánica celeste y que encuentran un centro unificador o quinto punto en el centro del patio con una pequeña construcción como base de pirámide, estela o monolito esculpido.

El concepto dialéctico de los dos perfiles de serpiente que se convierten en un rostro humano y que, simbólicamente, humanizan la         109