estaba en silencio y solamente el mar estaba allí. Quieto en la oscuridad. Solamente los Creadores y Formadores, Tepew y Q´uk´umatz, estaban sobre las aguas, rodeados de luz y cubiertos con plumas verdes y azules. Ellos eran sabios y grandes pensadores, porque eran los ayudantes de Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios. Entonces decidieron crear los árboles y los bejucos. Por voluntad de Corazón del Cielo, que también es llamado Juraqan, ellos crearon las plantas de la oscuridad y dieron vida al ser humano.” (Víctor Montejo. 1999)[1]
Pero también encontramos en el Chilam Balam[2] de Chumayel otra variante maya de la creación. Seguramente, si pudiéramos tener los mitos de creación de todas las culturas del México antiguo, encontraríamos en su diversidad una matriz filosófica, que nos habla de un origen compartido.
“Dominus vobisculum decían todos cuando allí donde no había cielos ni tierras.
Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra.
El que es la Divinidad y el Poder, labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo.
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- ↑ Victor Dionisio Montejo nació en Jacaltenango, Huehuetenango, Guatemala, en 1951, habla el idioma Maya (popb' al ti). Su vida tomó un brusco cambio en 1980 cuando era profesor de primaria. Una compañía del ejército llegó y les confundió con un grupo de auto-defensa civil y abrieron fuego sobre ellos. Se fue y con dificultades completó estudios universitarios. Obtuvo becas y logró una maestría de la Universidad de Albany en el estado de Nueva York y posteriormente obtuvo un grado doctoral de la Universidad de Connecticut. Ha escrito varios libros.
- ↑ Chilam Balam es el nombre de varios libros que relatan la historia de la civilización maya escritos en lengua maya, por personajes anónimos, durante los siglos XVII y XVIII, en la Península de Yucatán y que tomaron el nombre de la población en donde fueron, cada uno de ellos, escritos. Son fuente importante para el conocimiento de la religión, historia, folklore, medicina, y astronomía maya. Se estima que originalmente existieron una cantidad mayor de libros (designados por el nombre del pueblo en los cuales fueron escritos) en la colección de Chilam Balam, aunque solamente unos cuantos han llegado hasta nuestros días. Al principio de la época colonial, la mayor parte de los escritos y vestigios de la mitología maya fueron destruidos por los misioneros, al considerar que tales vestigios representaban influencias paganas y por tanto nocivas para la catequización de los mayas. Los libros del Chilam Balam fueron escritos después de la conquista por los descendientes de los mayas, por lo que en su redacción se nota ya la influencia de la cultura española, sobre todo en materia religiosa. Los libros en su conjunto relatan acontecimientos de relevancia histórica consignados conforme a los katunes (períodos de 20 años) del calendario maya. Los relatos dejan constancia de las tradiciones religiosas del pueblo original, así como de su devenir histórico. Algunos historiadores piensan que los libros contienen cierta información que habría provenido, a través de la memoria colectiva, de los escritos destruidos en el auto de fe de Diego de Landa.
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