Mictlán, lo que nos sobrepasa, la región de los muertos. Tlallamanac, lo que sostiene al mundo. Tlamanitiliztli, lo que debe permanecer. Tlaxicco, en el obligo de la Tierra. Tlaltipac, lo que está sobre la Tierra. Tomanchan, el lugar mítico, literalmente: la casa de donde bajamos. Cem Anáhuac, el continente. Tlalocan, el paraíso de Tláloc. Aztlán, lugar mítico: literalmente, el lugar de las garzas. Omeyocan, lugar de la dualidad divina. Chicomostoc, lugar de las siete cuevas. Tilan Tlalpan, perímetro de la sabiduría. Ayauhcalli, casa de la niebla. Centzon Huiznahua, las estrellas del hemisferio Sur, literalmente: 400 surianos. Cihuatlampa, rumbo de las mujeres. Ilhuicaatl, el océano. Ilhuicatitlán, en el cielo. Mictlampa, del rumbo de la región de la muerte.
La Muerte.
La percepción filosófica de la muerte y la vida es un punto muy rico, que nos proporciona mucha luz para aproximarse al pensamiento de los Viejos Abuelos. La vida y la muerte eran un par de opuestos complementarios. Si no existe la muerte, no puede existir la vida y viceversa. Para tener conciencia de la vida se requiere tener conciencia de la muerte. Pocos pueblos como el egipcio y el mexicano han incorporado a la muerte como la parte más viva de su cultura. Los Viejos Abuelos tenían un día muerte, al Señor y la Señora de la Muerte y el lugar de los muertos.
"Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La Toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
Allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
Mis flores, mis cantos, llevo a cuestas,
Los pongo ante el rostro de la gente".
(Ms. Cantares Mexicanos)
Es importante apuntar que en general, para la iconografía del Anáhuac, cualquier representación de una osamenta significa filosóficamente la vida eterna o espiritual. En efecto, la osamenta 126