al señor de las batallas y al sol; que le suplicaban enviasen a sus gentes, que ellos estarían en el campo esperándolos a tercero día.”... “Pero, sintiendo su daño (los cholultecas), despacharon luego un mensajero a Moctecuhzoma, dándole cuenta de lo que aquel día habían hecho y de la mucha pérdida de su gente. Y esperando otro día, para ver si los cholultecas pedían más batalla, o quisiesen vengar a sus gentes, aparejados los mexicanos para vengar la pérdida suya, los cholultecas enviaron sus mensajeros al general del ejército mexicano, diciéndole que ya se habían holgado y regocijado y pasado tiempo un poco con ellos; que bastaba, que se fuesen con Dios.” (Fray Diego Durán.)
Los mexicas hacían una guerra sagrada y luchaban, según ellos, para mantener vivo al Quinto Sol que estaba amenazado en su existencia, según las reformas religiosas e ideológicas que realizó Tlacaelel y, además, extendían su dominio e incrementaban el número de pueblos tributarios. Los guerreros que morían o eran hechos prisioneros en estas batallas encontraban la más alta aspiración social en la piedra de los sacrificios.
“Que no tuviesen pena en ello, y que la muerte de su hermano (Moctezuma) le pesaba, por perder hombres tan valientes, pero que morir en honra y defensa de la patria iban matizados y esmaltados con el matiz y esmalte de su alta sangre y valor, adornados de piedras preciosas y de precisos plumajes de su grandeza y hechos valerosos y que aquel era el fin que él y todos habían de desear, pues no murieron como mujeres tras los tizones y fogones, sino con la espada en la mano, matizando con el de su sangre y de la ajena las yerbas del campo y los rayos del sol que por ellos se extienden, y que de esto se gloriaba y estaba muy ufano. Y así mando luego se hiciesen las exequias de todos los señores que en aquella batalla habían muerto...” (Fray Diego Durán.)
Las guerras de los mexicas se hacían para conseguir prisioneros y llevarlos a Tenochtitlán y sacrificarlos. Los prisioneros eran tratados con mucho respeto, pues eran para ellos, “alimento del águila”. Se consideraba una torpeza que un guerrero matara en el campo de batalla a su adversario, pues el objetivo era tomarlo cautivo. Los 130