“Las flechas, atributo principal de este guerrero celeste, no pueden evidentemente simbolizar más que los relámpagos interiores que descubren la existencia de una condición divina”... “De la inmersión en esta conciencia superior que disuelve la suya, Quetzalcóatl sale armado de las flechas que le permiten, convertirse en Señor de la Aurora, “disparar sus rayos” que revelan a los humanos la salvación que cada cual debe intentar por sí mismo.” (Laurette Séjourné. 1957)
La batalla florida de los toltecas implicaba la lucha más difícil que un ser humano puede enfrentar. Hombres y mujeres se preparaban para esta “guerra interior” y por tal, se convertían en “guerreros”. La disciplina, la frugalidad y la austeridad en que formaban a estos guerreros eran rigurosas y muy estrictas. Las armas eran “flor y canto” y el campo de batalla era su propio corazón. Vencer la inercia que destruye la materia. Los vicios, la pereza, la ignorancia personal. Estos guerreros de la muerte florecida, eran impecables cazadores de conocimiento y forjadores de su templanza espiritual.
“¡Esmeraldas son: turquesas
tu greda y tus plumas,
oh dador de la vida!
Dicha y riqueza de los príncipes
Es la muerte al filo de la obsidiana,
La muerte en la guerra.”
(Romances de los Señores de la Nueva España.)
Los toltecas desarrollaron una escuela hermética de conocimientos filosóficos, igual que las otras antiguas civilizaciones con origen autónomo. Los conceptos de: el guerrero, la batalla florida, flor y canto, el rostro propio y el corazón verdadero. Nos hablan en su conjunto de una visión filosófica de las posibilidades espirituales que tenían la existencia humana y la capacidad para trascender los limitados espacios de la existencia material. La batalla florida es una de las expresiones más vigorosas de la concepción filosófica que tienen los toltecas del mundo y de la vida.
La responsabilidad existencial. 132