de las artes adivinatorias; además que ya estaba dicho en la tradición oral, lo que sucedería. Lo cierto es que una parte de los dirigentes mexicas, vieron con temor en la llegada de los españoles, el fin de su trasgresión filosófica y religiosa.
La conquista de México fue más bien una guerra civil entre indígenas, con profundas raíces filosóficas, religiosas y viejas heridas entre los pueblos por la dominación mexica, que una epopeya heroica de un puñado de españoles guiados por un “intrépido y valiente capitán”.
Hernán Cortés supo aprovechar las debilidades estructurales del sistema indígena que estaba en un momento de gran poder material, pero de suma debilidad filosófica y religiosa. El mito hispanista de que, gracias al valor y la superioridad en armas, caballos y religión, le dio a Cortés la victoria, es producto de la ignorancia y la colonización mental en la que hemos vivido estos últimos quinientos años. El costo de la partida de los toltecas, el cisma religioso filosófico ideológico que inició Tlacaelel y que le dio gloria y poder a los mexicas, lo vino a pagar Moctezuma Xocoyotzin.
Los pueblos que no transgredieron la milenaria norma de Quetzalcóatl y que se mantuvieron leales a la milenaria tradición Tláloc-Quetzalcóatl; como fueron los pueblos mayas de la península de Yucatán y sur de México; los zapotecas y mixtecas en Oaxaca, los purépechas en Michoacán, los tlapanecas en la montaña de Guerrero y los tlaxcaltecas de Tlaxcala. En principio no tomaron a los españoles como Quetzalcóatl y se mantuvieron en rebeldía, tanto de los mexicas primero, como después, de los españoles. No es casual en nuestro tiempo, encontrar en estas regiones y pueblos de México, la más fuerte resistencia cultural, que los llevan a ser en su conjunto “La Reserva Espiritual de México” y corazón palpitante del “México Profundo”.
Cortés buscó y logró la alianza de los tlaxcaltecas, quienes primero los combatieron, pero hábilmente Cortés se hizo pasar primero, como el capitán de Quetzalcóatl, es decir, el rey de España, y después por el mismo Quetzalcóatl, tan esperado y temido por sus transgresores. Cortés aprovechó la profecía de Quetzalcóatl y la trasgresión
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