comunicación. Los “remedios caseros”, las infusiones, los masajes, el uso de plantas, animales, insectos y minerales para los ancestrales remedios siguen asombrosamente vivos. Así como, los rituales que tienen poderosos resultados en la psique de los pacientes, sin dejar de nombrar a las “plantas de poder” que ocupan un lugar muy especial en la sabiduría ancestral.
El sistema educativo.
El sistema educativo fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac. Aunque se le dedicará por su importancia un capítulo especial a la educación, podríamos señalar que desde el punto de vista de “sistema”, los antiguos mexicanos seguramente desde el año 1500 a.C. con la aparición decantada de la cultura olmeca, ya contaban con un sistema de educación que llegó a todos los niños y jóvenes de la sociedad en las culturas más evolucionadas y de manera sistemática hasta la llega de los españoles.
El sistema educativo es un elemento básico estructural para poder desarrollar un proyecto civilizatorio, toda vez que el método para producir y reproducir el conocimiento en la sociedad, indiscutiblemente que es la educación. Gracias a este sistema, podemos entender los mega proyectos a largo plazo de las culturas del Anáhuac, en las cuales se llevaban siglos en construir un centro de conocimiento, como el mismo Teotihuacán, Palenque, Monte Albán o Xochicalco entre más de decenas de miles que hay en el país.
La educación que ha generado la civilización del Anáhuac no se refiere únicamente al aspecto académico, que se enseñaba en el Telpochcalli, Cuicacalli y Calmécac. La educación desde un punto de vista más profundo. Nos referimos a su aspecto filosófico y espiritual. En efecto, las bases fundamentales para que el individuo pueda entenderse a sí mismo, a la familia, a la sociedad, a la naturaleza y el universo de manera integrada e integral. Las relaciones que existen entre unos y otros. Las responsabilidades, los límites y las posibilidades. Todo esto en su conjunto y a lo largo de ocho mil años de desarrollo humano, con sus altas y sus bajas, nos han dado un “rostro propio y un corazón verdadero”, como individuos y como civilización. Este inmenso acervo 33