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de la ciudad, de que se sirven y beben todos. El otro, que va vacío, es para cuando quieren limpiar el otro caño.” (Hernán Cortés, 1519)[1]

Las matemáticas y la cuenta del tiempo.

Las matemáticas fueron un campo fundamental del conocimiento de los Viejos Abuelos. Necesarias no solo en la construcción de los monumentales y exquisitos centros de conocimiento, sino en el campo de los calendarios y la medición del tiempo. Efectivamente, los mayas inventan el cero matemático y en sus mediciones calendáricas, las cifras que manejan resultan a la vez que increíbles y perfectas. Los Viejos Abuelos tenían tres calendarios diferentes pero, los tres se ensamblaban a la perfección en uno solo. El primero era de 260 días y estaba en relación con las lunaciones. El segundo era de 365 y cuarto, estando en relación con el movimiento de translación de la Tierra en torno al Sol. El tercero era de 52 años y estaba perfectamente sincronizado con el movimiento de traslación que realiza la Tierra en torno al conjunto de estrellas llamadas “Las Pléyades”. Sin dejar de mencionar el ciclo de Venus.

“Sabemos también la relación que existe entre la disposición arquitectónica de Teotihuacán y el paso por el cenit de las Pléyades cada 52 años, como un gran año de la constelación del Toro, Este gran año es el tiempo justo en el cual se unen ambas cuentas: la ritual de 260 días que relaciona las órbitas de Venus y la Tierra, y la agrícola solar de 365.25 días, el cual se cumple cada 18,980 días, es decir, un Xiuhmolpilli.” (María Elena Romero Murguía. 1988)


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  1. Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano (Medellín (Badajoz), 1485 – Castilleja de la Cuesta, (Sevilla), 2 de diciembre de 1547), conquistador español del imperio azteca (hoy el centro de México). I Marqués del Valle de Oaxaca, Gobernador y Capitán General de la Nueva España. Fue hijo único de un hidalgo extremeño, llamado Martín Cortés y de Catalina Pizarro Altamirano. Por vía materna era primo segundo de Francisco Pizarro, quien posteriormente conquistó el imperio inca (no confundir con otro Francisco Pizarro, quien se unió a Cortés en la conquista de los aztecas). Como otros hidalgos, su padre lo envió a los catorce años a estudiar leyes a Salamanca, ciudad que abandonó dos años más tarde, movido por su afán de aventuras. Tras varios intentos fallidos, por una parte, de embarcar para las Indias, y, por otra, de participar en las campañas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, finalmente, en la primavera de 1504, zarpó hacia la isla de La Española, donde se instaló como plantador y funcionario colonial.

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