También existen un sin fin de “dioses menores”, que son referencias muy espaciales de actividades que los seres humanos hacían y que, inmersos en un mundo sumamente religioso, se les contemplaba no como dioses en el contexto judeocristiano, sino más bien como “esencia sagrada”. Nos referimos a los múltiples “dioses” de: la cacería, el pulque, el comercio y demás. Algo similar al lugar que ocupan los “santos” en la religión católica.
La confusión nace de la visión europea y judeocristiana del siglo XVI, que no tenía elementos, ni intenciones para entender una religión mucho más antigua, abstracta y avanzada. Nace de la actitud prejuiciada e intolerante de los primeros “estudiosos” extranjeros y sus sucesivos investigadores. Nace también de la serie de mentiras, erróneas apreciaciones y tergiversadas tesis de los investigadores foráneos y sus colonizados seguidores locales, que se han venido tejiendo y repitiendo a lo largo de estos cinco siglos y que se han convertido en el discurso oficial de la historia oficial.
Nombraremos a las advocaciones más importantes de la suprema divinidad del Cem Anáhuac, en el entendido de que no es una lista en la que estén todas las representaciones:
1. Tloque Nahuaque o “El que está aquí y en todas partes”.
2. Ometeótl o “La dualidad divina”;
3. Ometecutli “De los dos el Señor”.
4. Ometecihuatl “De los dos la Señora”.
5. Ehécatl-Quetzalcóatl, “El soplo divino o la representación del aire”.
6. Tláloc, “El dios del agua o la fertilidad”;
7. Tlaltecuhtli y Tlalecihuatl “El Señor y la Señora de la Tierra”.
8. La Tierra representada en tres diferentes modalidades como: Coatlicue o “La de la falda de serpientes”
9. Cihuacoátl o “La Mujer serpiente”
10. Tlazolteotl o “La Comedora de inmundicias”;
11. Tezcatlipoca, “El Espejo humeante o el Enemigo interior”;
12. Mictlantecuhtli y Mictlantecihuatl, “El Señor y la Señora de la Muerte”.
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