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de la isla, y un natural, que pareció simpatizar con él por un movimiento espontáneo, le indicó muchos sitios, que lo producian, señalando entre otros á Cibao, (el almirante creia que queria decir Cipango,) cuyo cacique tenia una bandera de oro puro. Este pais estaba lejos aun, y decia él hacia el E. Colon presentía que se acercaba á las minas auríferas, y conmovido y sediento de riquezas, rogaba á Dios fervorosamente lo condujera al fin allí, no pudiendo menos de esclamar: "Nuestro señor me aderece por su piedad á que halle este oro"1 Durante la noche trajeron las embarcaciones al notario y á los oficiales, enviados por el almirante al gran cacique Gnacanagari. En su camino se les presentó una multitud de canoas con j entes, deseosas de conocer á los hombres celestiales, que conducidos á la residencia del rey fueron recibidos con gran pompa. El cacique, que sentía mucho no haber visto al almirante, le enviaba esperando su visita "loros, y muchos pedazos de metal aurífero"



VII.



El Lunes 24 de Diciembre, al despuntar el dia, se hizo á la vela el almirante con buen viento de tierra, gobernando al E. en dirección de las minas de oro indicadas, y con el objeto de visitar al paso á Gnacanagari; pero el viento amainó pronto, y se anduvo poco durante el resto del dia. La Niña iba á media legua de distancia por la popa.

1. Domingo 23 de Diciembre.