Página:Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes - Tomo I (1858).djvu/347

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recian estar esentas de superstición idólatra, y por ello mas dispuestos á recibir con mejor fruto las doctrinas del Evanjelio. La luz de sus ojos, la dignidad de sus maneras, lo per- suasivo de su voz, lo poético de sus imájenes, lo atrevido de sus espresiones, lo autorizado de sus ademanes, real- zando la novedad de su discurso, tenian suspenso al au- ditorio, y solo eran comparables con lo majestuoso del asunto. La espansion de su alma, penetrada de las ma- ravillas del creador, estaba en armonía con el espíritu de la época y con los sentimientos de aquella corte guerrera, que el año precedente enarboló la cruz en el último torreón de los moriscos. Oyólo conmovido la ilustre é ilustrada reunión; y mientras el demostrador de las obras de Dios estuvo es- plicando las maravillas del nuevo mundo, no se notó el menor indicio de cansancio ni hastio en ella. La empresa del descubrimiento se habia acometido, sobre todo, para mayor gloria de Dios, para propagar el cristianismo, y hacer que hasta en los confines de la tierra se bendijera y alabara el santo nombre de Jesús. Y como al concluir su oración anunciara el mensajero de la pro- videncia, que una multitud de almas, privadas de la luz, iban á entrar pronto en el rebaño de los fieles, disfru- tando, gracias á la piedad de los reyes, de los beneficios de la redención, y los acentos de su fe y de su caridad infiltraran en los corazones tan consoladora esperanza, el arrobamiento y el fervor llegaron á su colmo. Apoderóse de la asamblea una emoción indescribible, mezclada de asombro y ternura, y los reyes, los grandes y el pueblo cayeron de rodillas, dando muestras de gratitud al todo- poderoso, y llorando con Cristóbal Colon lágrimas de felicidad. La música y los cantores de la capilla real en- tonan el Te-Deum, repite sus notas la inmensa voz del pueblo, y van prolongándose sus ecos como un murmu- llopor la ciudad, con tanto regocijo de las almas cris- tianas que, según el venerable obispo de Chiapa, sentian