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CAPITULO VI.


I.


No podia el almirante dejar impunes los asesinatos cometidos por Guatiguana y sus fechorias contra los cuarenta enfermos, tanto menos, cuanto que la hostilidad de los indígenas se presentaba de una manera permanente y que en aquella misma hora el capitán don Luis de Arteaga se hallaba estrechamente bloqueado en el fuerte de la Magdalena. Colon previniendo que una mayor muchedumbre ocasionaría mas efusión de sangre, dio orden de atacar de improvisto al cacique Guatiguana, y simultáneamente desembarazar la fortaleza. En efecto, las tropas del cacique quedaron derrotadas y dispersas; pero no pudieron hacerse con su persona; los prisioneros se embarcaron en los barcos que don Antonio de Torres debia conducir á España.

Al mismo tiempo procuró el almirante romper la liga de los grandes caciques, apartando de la coalicion á Guarionej que reinaba en la magnífica tierra de la Vega. Lo hizo llamar, le aseguró que el castigo impuesto á Guatiguana era una medida personal, y que los entuertos perpetrados por los españoles durante su ausencia quedarian igualmente castigados. En esta entrevista adquirió Colon tal ascendencia sobre Guarionej, que lo decidió á dar su hermana en casamiento al lucayo Die-