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HISTORIA DE LA

daclor del viaje de Mr, Güines. «Lo que le ha eogañado ^ dice Frezier , es que ea el estrecho de Magallanes se han visto Indios de una estatura que no sobrepujaba á la de los de- más hombres.» Es verdad que con- viene en que la rareza del espectá- culo que presenta una población robusta y vigorosa , en un suelo in- grato y bajo un cielo inclemente , ha podido ocasionar alguna exajera- cion en el cálculo de la estatura de los individuos descubiertos; pero añade que en caso de no quererse considerar sino como aproximativas las medidas indicadas , se encontra- rá definitivamente una concordan- cia perfecta entre todos los viajeros que nan hablado de ellas ; y se apre- sura á invocar el testimonio de An- tonio Pigafetta , á quien debemos el diario del viígede Magallanes, y que asegura que en la bahía de San Ju- lián vieron los Españoles muchos ji- jantes tan altos que no les llegaban a la cintura. También cita á Barto- lomé Leonardo de Ar^ensola , que en el libro I de su historia de las Molucas , dice que el mismo Maga- llanes vio en el estrecho de su nom- bre unos jigantes de mas de diez pies de altura ; y que .en el libro III, ' volviendo al mismo asunto , supone que la tripulación de las naves de Sarmiento peleó con unos hombres que tenian de estatura unos diez pies castellanos. !Nótase pues la dismmu- cionde un pié, atendida la primera graduación ó cálculo; de aquí el apresurarse Frezier al desquite, vol- viendo á hablar de su tasa favorita, apoyándose en el testimonio de Se- baldo de Werd , de Olivier de líoort, y del Holandés Jorje Schou- ten, que dicen esceder de nueve pies la altura de aquellos colosos. Para dar el primero en apariencia mayor aspecto de verdad á su aserción , sostiene que aquellos Indios, espan- tados del fuego de la mosquetería , y no sabiendo^ ya como preservarse de sus mortíferos efectos , arranca- ban árboles para ponerse á cubierto. Con respecto á Schouten ^ cuyo tes- timonio en elase de cirujano seria admisible á no haber dado alguna vez pruebas deescesiva creduhdad. debe advertirse que su observácioil está fundada en haberse encontrado unas osamentas bajo unos monto- nes de piedras <^ue llamaron la aten- ción de los marineros del navio an- clado en el puerto Deseado: mas por desgracia estos residuos no eran mas que huesos de un mastodonte par- ticular á la América^ El monje Pei^ netty, que escribió después que Frezier , da sobre este objeto un es- tracto no menos curioso, sacado del viaje del comodoro Biron al rededor del mundo , en 1764 y 1765. «El 22 de diciembre de 1764, dice, estando los Ingleses en el estrecho de Magallanes , á cinco le^as de la Tierra del Fuego , descubrieron hu- mo que se levantaba de diferentes sitios en la «osta de los Patagones. Acercáronse,echaron el áncora á cer- ca de una milla de tierra , y vieron clara y distintamente unos hombres á caballo que les hacian señas con las manos. Al aproximarse á la cos- ta , se notaron demostraciones de espanto en el rostro de los que iban á desembarcar con la lancha , al co^ lumbrar en la orilla unos hombres de prodijiosa corpulencia. £1 como- doro Biron, movido de la idea de ha- cer un descrubrimiento concernien- te á los Patagones , cuya existencia era objeto de las conversaciones en Inglaterra , mucho tiempo hacia , saltó el primero en tierra , y le si- faieron los oficiales y marineros ien armados, con los cuales se pre- sentó allí en actitud de defensa. En- tonces acudieron los salvajes, en nú- mero de unos doscientos , miraindo á los estranjeros con ademán de es- traordinaria sorpresa , y sonriéndo- se al observar la desproporción que habia entre la estatura de los Ingle- ses y la suya. Hízoles seña el como- doro para que se sentaran , y lo ve- rificaron: hecho esto les puso al cue- llo collares de cuentas esmaltadas , y cintas , repartiendo además entre ellos algunas otras baratijas. Sumag- nitud es tan estraordinaria, que aun sentados eran todavía casi tan al' tos comúelc comodoro en pié ; la es- tatura de los medianos le pareció ser de cerca de ocho pies , y la mas alt^ de nueve, y aun mas.» Advierte