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HISTORIA DE LA

úíiicas , V bosques tan^ espesos qus para diríjirse allí con sej^urídad, es preciso no perder la brújula de vis- ta. El monte Tam, qae se eleva á 2600 pies sobre el nivel del mar, do- mina la bahía donde, como hemos visto en la noticia sobre la Patagonia, fundaron los Españoles ún estable- cimiento. Durante el invierno es sombrío y melancólico el aspecto de este lagar, tristemente célebre. La nieve cubre las montañas comarca- nas y y una nube glacial se estiende como una sábana por todo aquel pais. En ninguna parte del estrecho se ven árboles tan hermosos como en el estrecho del Hambre. El capi- tán Duhaut-Cilly dice que quedó ab- sorto por la belleza de los bosques que guarnecen el rio , cuyas aguas se pierden en el fondo de la banía. Midió árboles que tenían seis pies de diámetro , y mas de cincuenta hasta las ramas, sanos y derechos como palos de navio. Las tripulaciones de las naves que fondean en aquel puerto, cazan mu- chas especies de aves, en particular gansos , patos silvestres , cercetas , gallinetas , chorlitos reales y otras. Algunos Patagones errantes se mues- tran comunmente en la orilla y van á hacer un comercio de cambios con los marinos. Los toldos de estos In- dios se ven á lo lejos, dando al pais un carácter todavía mas singular. Antes de llecar al cabo Froward , que. se avanza a la estremidad de la provincia de Brunswick, se alarga el estrecho y da entrada á los canales de San Gabriel y la Magdalena. Las orillas del primero de estos pasos están cubiertas, hasta el puerto Wa- terfall,de inmensos ventisqueros que alimentan de trecho en trecho mag- níficas cascadas, superiores, con res- pecto al numero y elevación, á todas las que se conocen. En una estension de nueve á diez millas se cuentan mas de ciento cincuenta torrentes que despeñan sus bulliciosas y espu- mosas aguas en el canal, desde una altura que varía de mil quinientos á dos mil pies ingleses. Algunos dees- tos torrentes están tapados por el follaje de los árboles que sombrean sus márjenes : pero al llegar á la m^ tad de la caida aparecen de repent- á la vista , como »i brotasen dé en. medio de aquellos espesos bosques; Otros se reúnen al fin de su curso I y desembocan juntos en el mar en- tre una nube de vapores. Las formas variadas y los accidentes de estas cascadas , el contraste que ofrecen con el follaje sombrío dé los árboles de que están cubiertos los flancos de las montañas; el monte Buckland,cu- ya cima cubierta de un eterno man- to ie nieve se eleva en los aires bajo la forma de un gracioso obelisco; las blancas nubes que se paran al fren- te de aquellas alturas volcánicas; to- do esto presenta á los ojos del viaje- ro un espectáculo cuya belleza es imposible describir. Quizás no hay en el mundo entero una escena de la naturaleza t^ue iguale en lo gran- dioso y pintoresco á la que se con- templa en aquella parte del estrecho de Magallanes. «  Las aguas del cabo Froward abun- dan en cetáceos, focas y marso- Etas. El agua que allí arrojan las alienas en brillantes chorros , pre* senta una particularidad notable, pues forma en los aires nubes pla- teadas^, visibles, por mas de un mi^ ñuto , clara y distintamente , á dis- tancia de cuatro millas. . Del cabo que acabamos de citar al puerto de Ga41ant se prolonga la ribera septentrional casi en finea recta. En la parte opuesta se encuen- tra al contrario una multitud de pa- sos guarnecidos de altas montañas; separadas unas de otras por barran- cos profundos. Las dos orillas están cubiertas de una vejetacion vigorosa, bien que los árboles de la parte me- ' ridional son menores. El aspecto de j esta parte del estrecho , lejos de ser horrible, como dice Córdooa , es en la estación benigna sumamente in- teresante y pintoresco! Es innegable que las montañas mas elevadas es- tán privadas de verdor , pero sus crestas, cubiertas de nieve^ hacen un contraste de los mas poéticos con el terraplén inferior que se halla ente- ramente revestido de verdor. El j^aissge se halla también variado por