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PATAGONIA.

dos á una gran distancia. £1 ca- pitán Parker-Ring, que ha esplorado cuidadosamente toda la Tierra del Fuego, confirma lo que ha dicho CcÑok. Añade que en casi todas las islas que ha visitado es magnífica la Tejetacion , y que ha visto la veróni- ca y alguna otra florqpe en Inglater- ra son miradas y cultivadas como plantas muy delicadas. Estos vejeta- íes, añade aquel navegante, estaban en perfecta flor á muy corta distan- cia de la base de una montaña cu- bierta de nieve hasta las dos terceras partes de su altura. También vio co- libris ó pájaros moscas , chupando el aroma de las flores, al cabo de dos ó tres dias de lluvias y nieves, du- rante los cuales habia estado el ter- mómetro á punto de conjelacion. En fin , Mr. Fitz-Roy afirma que en iiinsuna época del año caen del todo las hojas de los árboles de la Tierra del Fuego. De estas diferentes rela- ciones se deduce que si aquel pais no tiene un aspecto muy hospitala- rio , al menos está muy lejos de ser tan espantoso como han afirmado ciertos viajeros. La relación siguiente de una es- ! cursion hecha por Banks y Solander, para estudiar las riquezas de la par- te sur de este pais, puede ser consi- derada como el lado espantoso del cuadro.

AVENTURA DE BANKS Y DE SOLANDER.

Estos viajeros, que en calidad de naturalistas acompañaban al capi- tán Wallis en su viaje al rededor del mundo, encontrándose á media- dos de diciembre de 1766 en el es- trecho de Magallanes y muy cerca de la costa de la Tierra d.el Fuego ha- cia un punto donde el desemharco no ofrecia dificultad alguna, resol- vieron no abandonar este paraje sin renovar la escursion que habían in-- tentado ya sobre aquel suelo, don- de esperaban descubrir verdaderas riquezas científicas. Ya hemos dicho aue el mes de diciembre correspon- de bajo aquella latitud á nuestros meses de mayo y junio. El tiempo era hermoso y teman en perspectiva una montañita amenísima en su la- dera, suave y verdosa en medio de su altura , árida y pelada en su cum- bre. Partir al salir el sol , reconocer aquellos bosques, aquella pradera, aquel peñasco donde antes que ellos nunca habia penetrado un Europeo, y volver á la noche á bordo, les pa- reció una espedicion tan gloriosa como fácil. El cirujano del buque el Endeavour , el astrónomo , el deli- neador de Mr. Banks, tres criados, dos marineros y dos negros se jun- taron á ellos; y el diez y seis de di- ciembre muy de mañana desem- barcó la fallía en la orilla á las doce, llenos de confianza. Mr. Banks se apresuró á llegar á la pradera , y la demás jenle, metiéndose en la espe- sura , comenzó valerosamente á su- bir la montaña. A las tres de la tar- ' de marchaban todavía á la ventura sin descubrir el menor sendero que les condujese al paraje donde de- bían hacer el primer alto. Llegaron el fin al lugar que habían creido de lejos ser un llano , y se quedaron fríos al conocer que era un terreno pantanoso, cubierto de matorrales de abedul , altos de unos tres pies ,- y tan juntos que era imposible apar- tarlos para abrirse camino. Estaban obligados á saltar á cada paso , me- tiéndose en el fango hasta los tobi- llos. Para mayor dificultad en seme- jante viaje el tiempo , que se habia mantenido bueno , se volvió de re- pente nebuloso y frío , y un viento muy sutil empezó á soplar á bocana- das acompañado de nieve. A pesar del cansancio ya estremado y el des- aliento interior que empezaba á apoderarse de algunos de ellos , con- tinuaron avanzando, creyendo siem- pre haber salido del paso mas difí- cil y llegado al término de su viaje. Estaban como á dos terceras partes del cenegal, cuando Mr. Buchan, delineador de Mr. Banks, fué acome- tido de un ataque de epilepsia. Que- dando algunos con él para asistirle , y Banks, y Solander, el astrónomo y el cirujano continuaron la marcha. Estos viajeros llegaron en fin á la cumbre tan deseada , y no quedó burlada su esperanza, pues allí en- contraron muchas plantas tan dife-- rentes de las que se crian en las al-*