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HISTORIA DE LA

de treinta á cuarenta pies de largo, y dos ó tres de diámetro en su base : la hoja es pequeña , la madera blan- ca , y se hiende ó parece muy recta al hilo. Las rocas aue forman el fondo de la bahía de 2$an Vicente es- tán cubiertas de ovas entre las cua- les merece una descripción circuns- tanciada el lelp , ó Jucus giganteas de Solánder. Esta planta marítima se cria en las rocas de las aguas mas profun- das, en los canalizos ó canales. Mr. Darwin dice que en todo el viaje del Beagle y el Aventura , no ha visto una roca siquiera que no estuviese cubierta de esta yerba flotante. El fucus giganteas se ha nombrado así, á causa de la lonjitud de su tallo que llega á tener, según el capitán Cook, hasta trescientos sesenta pies. Es re- dondo , viscoso , lustroso , muy fuer- te , y poco mas grueso que el pulgar. Concíbese de cuánta utilidad es esta planta singular para los buques que navegan en aquellos canales estre- chos, incesantemente ajilados por las tempestades ^ con decir que en caso necesario puede servir de cables, y que á esto ha debido mas de una nave su salvación. Como se aplana á cierta altura , y forma un ángulo con su base estendiéndose por la super- ñcie de las aguas, sucede muchas veces que detiene la sonda de los marinos. Se encuentra- desde las is- las mas meridionales, cerca del cabo de Hornos, hasta los 46 ^prados de la- titud hacia el norte: al oeste es tam- bién muy abundante; se cria en el espacio de quince grados de latjtud] y como el capitán Cook la encontró en la tierra áe Kerguelen , de aquí se deduce que ocupa en lonjitud ciento cuarenta grados. El núihero de vivientes de toda es- pecie , cuya existencia depende esen- cialmente del kelp^ es verdadera- mente prodijioso. Se pudiera escri- bir un abultado tomo de descripcio- nes relativas á los habitantes de uno de aquellos lechos de yerba marina. Las hojas tienen cuatro pies de lar- go, y cada una de ellas, esceptuando fas que flotan en la superficie del mar, está de tal manera incrustada de co- rales blancos que blanquea entera- ramente. Algunas dan asilo á los simples pólipos; otras alimentan animales mejor organizados y ma- sas de bellas ascidias. Innumerables mariscos y algunos bivalvos se agar- ran allí también. Millares de crustá- ceos acuden además á todas las par- tes de la planta. Mr. Darwin refiere, que removiendo un montón de aque- llos inmensos tallos, cae de ellos una porción de pececillos, maris- cos, jibias , langostas ó cangrejos de todas especies, herizos de mar, es- trellas, holoturias ó gusanos mari- nos , y nereidas de muchas formas. «Tantas cuantas veces examiné un fragmento del facas giganteas ^ aña- de dicho naturalista, descubrí en él animales de forma nueva y curiosa. Numerosas especies de peséados vi- ven en medio d# las hojas, encon- trando en ellas abundante alimento. Aquellas inmensas capas vejetales , cargadas de animales tan diversos , tienen también un recurso precioso para los cuervos marinos y otras aves marítimas; para las nutrias, las focas y las marsoplas. En fín ,/ á no ser por ellas, el salvaje de la Tier- ra del Fuego , privado de algunos de sus alimentos predilectos , se en- tregaría con mas ferocidad y gloto- nería á sus gustos de caníbal; su nú- mero dismmuiria infaliblemente , y quizás hasta su raza acabaría por estinguirse. » La zoolojia de la Tierra del Fuego es muy pobre , como es de presumir. Entre los mamíferos , además de los cetáceos y las focas , se encuentra una especie de murciélagos, un nue- vo ratón , y otras dos especies ; el tvcutuco , animal roedor , que en cuadrillas numerosas habita en la parte oriental ; una especie de zor- ra, la nutria marítima , el guarapo , yun venadodel cual se ven muy po- cos ^1 sur del estrecho de Magalla- nes. En los bosques se encuentran pocas aves. Algunas veces el acento del papamoscas ó cataraña de cresta blanca , encaramado en la copa de los árboles mas altos , se oye repetir por los ecos de aquellos tristes va- lles : y frecuen temen le se hace oir en los bosques el grito singular del pi- co negro , cuya cabera está adorna-