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Página:Historia de las Indias (Tomo II).djvu/444

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Historia

las otras de aquella calidad y oficio, en tanto grado, cuanto más ofendian á Dios en destruir estas inocentes gentes, sin causa ni razon, y más alongados estaban de su Rey, á quien temiesen, y con mayor licencia y libertad estaban atollados y zabullidos en las espurcicias y fealdades de los vicios bestiales, en que conversaban con grandísima injuria de sus prójimos, tomándoles sus propias mujeres y hijas, con toda ignominiosa violencia. Por aquí considerará cualquiera, que sea fiel y verdadero cristiano, qué doctrina, qué ejemplo, qué fama, qué estima cobrarian estas gentes de la religion cristiana, y qué amor, y afeccion, y cudicia temian para recibirla, y cuan al revés, y por el contrario de como se debia, se entró en estas tierras y reinos ajenos, no siendo otra la causa legítima para poderse entrar en ellos, sino la paz, sosiego, edificacion, conversion y salvacion dellos. Y porque no falte otro testigo de todo esto, estaba entónces en esta isla un caballero que tenia por nombre D. Hernando de Guevara, primo de Adrian de Muxica, que arriba nombramos y abajo diremos, y este Adrian era uno de los alzados con Roldan; no me acuerdo si el D. Hernando, que yo bien cognoscí en esta isla, y á sus hermanos en Castilla, si anduvo alzado con Roldan; finalmente, por no andar muy quieto, el Almirante le mandó que saliese de la tierra, y, en cumplimiento de su mandado, sabiendo como Hojeda andaba por la provincia de Xaraguá, fuése allá, por irse con él, pero cuando llegó ya Hojeda era ido. Francisco Roldan le dijo que viese y escogiese la estancia donde le placia estar, con los cristianos que estaban por los pueblos de los indios, haciendo la vida que arriba dijimos, repartidos, y que allí se fuese hasta que el Almirante mandase otra cosa. El cual eligió el Cahay, que arriba nombramos (donde Hojeda perdió el batel y blandeó su entereza), porque Adrian, dijo D. Hernando, tiene allí ciertas aves y perros; estos perros, traidos de Castilla, eran acá muy preciosos para cazar las hutias, que arriba dijimos ser los conejos. Aceptada por Roldan la eleccion de su estado, díjole que se fuese en hora buena á holgar á allí, é con esto se despidió