Página:Historia de las Indias (Tomo IV).djvu/121

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
107
de las Indias.

cristiana; bien creo que pensaban los pecadores que ofrecian á Dios algun sacrificio agradable, so color que punian ó castigaban los quebrantadores de la ley natural, no advirtiendo, con su ceguedad, cuántas más veces ellos á cada paso la quebrantaban con muy mayores ofensas de Dios, destruyendo aquellos reinos y tantas gentes en ellos, y haciendo heder el nombre de Jesucristo entre aquellas naciones, con sus obras tan detestables, como dellos dijo Sant Pablo. Y que fuera verdad muy bien averiguada que aquellos que traian aquel hábito mujeril era por aquel pecado, ¿quien hizo juez á Vasco Nuñez, ó con qué autoridad se constituyó Alcalde en señorío y jurisdiccion ajena, siendo él súbdito de aquellos naturales señores por estar en su tierra, y que de justa justicia, por sus tiranías, invasiones y robos tan universales, y por toda ley natural, divina y humana, dañados, si fuerzas tuvieran, podian hacerlos cuartos y tajadas? Cuanto más que áun traer algunos aquel hábito podia ser por otra causa, sin pensar en cosa del pecado nefando; ésto parece poder haber sido, por lo que refiere Galeno sobre Hypocras, en el tractado de Aere et aqua: Cuenta Galeno allí, que muchos de los scythas, naturales de Scythia, region última de Europa, porque hay otra en Asia, son como eunucos, inhábiles para ser casados, por lo cual hacen todos los oficios de las mujeres, así en hablas como en obras, y llámanlos afeminados oficios, digo, no de vicios sino honestos, los que las mujeres hacen, á los cuales adoran y reverencian los vecinos de aquella tierra, temiendo no les acaezca el mismo defecto que aquellos padecen; aquel defecto atribuyen á Dios ó á la voluntad de Dios, por sus pecados. La causa de venir ó caer en él, dice Galeno que le parece ser la vieja y continua costumbre que tienen de andar á caballo, porque les vienen ciertos dolores, y de traer las piernas siempre colgadas hácense algo cojos, y, creciendo la cojedad, encójenseles las chuecas de los piés ó desencajánseles, para cura de lo cual sángranse de ambas á dos venas detras de las orejas, y, por la mucha sangre que les sale, sucédeles flaqueza, y luégo tras ella el sueño; habiendo dormido, algunos se