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Historia

hijos que allí les traian. Aprovechóles poco crueldad tan inícua, porque siempre los indios los seguian, y lo que más los desesperó de escapar con la vida fué, que á cabo de nueve dias llevando esta vida, como andaban fuera de camino y sin guía yendo de aquí para allí, como mejor para su defensa convenia, se hallaron en el lugar, ó cerca dél, donde los escuadrones primero les habian acometido. Viéndose allí, cognosciendo el lugar, cuasi quedaron sin esfuerzo y sentido. Metiéronse por una gran espesura de monte, y fueron á dar en tres guarniciones de gente que los Caciques que aperrearon allí tenian, donde se les dobló la miseria y peligro; pero como ya no peleaban como hombres, sino como animales feroces y personas del todo de la vida despedidos y aborridos, cobran nuevo ánimo, como si entónces comenzaran, y dan en ellos y no dejaron hombre dellos á vida. Sucedióles otro infortunio y angustia terrible; cuando pensaron que tenian algun alivio, dieron en unas ciénagas ó anegadizos, donde caminaban por ellos todo el dia, ó nadando ó el agua hasta la cinta. Salidos de allí con incomparable trabajo y peligro llegaron á la mar, y hallarónse donde el agua tres estados y más, con la creciente, sobre la playa y tierra subia, y temiendo que si la marea por allí los tomaba, todos sin remedio perecian, diéronse gran priesa á subirse en un cerrillo; yendo con este temor y priesa, oyeron murmullo de gente de indios: éstos eran que cuatro canoas subian á jorro por un estero arriba. Como los indios á los españoles sintieron, debian huir, é los españoles las tomaron, y un Diego de Daza, con otros, las sacaron al golfo y fué á buscar al Gaspar de Morales, su Capitan, que ya ó de cansado, ó de miedo, no parecia; tardó buscándolo sin hallarlo tres dias. Visto que no lo podian hallar, envió Diego de Daza á un Nuflo de Villalobos, y á otros dos buenos nadadores, que en una balsa saliese á buscallo, porque sin las canoas no podian salir de aquella espesura y breñas en que estaban metidos. Arrebatólos luégo la menguante, que es allí vehementísima, y dá con ellos en el golfo, donde pensaron ser perdidos; vídolos Diego Daza cuando pasaban una punta que