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Historia

CAPÍTULO LXVII.


Como no pretendiese Pedrárias y todos los que con él vinieron, y allí de ántes con Vasco Nuñez estaban, sino allegar todo el oro que haber y robar pudiesen, como por todo lo ya referido queda bien declarado; y cerca desto era tanta la ceguedad é imprudencia de Pedrárias y del Obispo, y de todos los demas, que no advertian los grandes azotes que Dios cada dia les daba, matándole la gente, así de enfermedades como por manos de los indios, y de los inmensos trabajos que pasaban, que no era todo aquello acaso, sino por mostralles y castigalles la condenada é impía negociacion en que andaban, destruyendo aquellas inocentes gentes que no les debian nada, y que por fin de convertillas los habian enviado, y este fin el señor Obispo, más que otro á adivinarlo era obligado; así que, como su fin de todos ellos fuese robar y captivar los que estaban seguros en sus casas, y enriquecerse á costa de tanta sangre humana, siempre Pedrárias no cesaba de enviar por todas partes cuadrillas, donde habia nueva que los pueblos tenian oro que robarles, y, para hacer escarnio de la razon natural y ley Divina y áun humana, mandaba que les hiciesen primero el requerimiento que traia de Castilla ordenado y mandado. Y los tiranos que enviaba por cumplir su mandado, y justificar sus entradas, que así llamaban aquellos sus santos viajes, iban con gran silencio y cuidado que no fuesen sentidos, y hacian noche á una legua, y á media, y á un cuarto, segun la comodidad hallaban, y entre sí leian el requerimiento á los árboles diciendo: «Caciques é indios de tal pueblo, hacé