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de las Indias.

tento de hacer algun ademan á la gente, de los que solia; tornó á persuadirlos que convenia poblar por allí, y todos, como de ántes, resistian. El, movido á ira, dijo, «pues no quereis, desentiérrese todo ese oro, y restitúyase á su dueño que es el Cacique y gente de Pariba ó de Paris, porque así me lo mandan los padres Hierónimos, y vámonos todos á Castilla que á mí no me faltará de comer allá.» Como tocó aquí, como si les lastimara en la lumbre, blandearon, y el mismo licenciado Espinosa tambien, y dijéronle que poblarian en ciertas partes la costa abajo, cerca de allí, donde habia mejor aparejo de çabanas herbazales para pasto de cualesquiera ganados, y otras cosas para edificar pueblos necesarias; concedióselo Pedrárias por entónces, fingidamente, y díjoles: «Pero, entre tanto que se nos ofrece más comodidad, depositemos el pueblo, que á donde decís habemos de hacer, sobre este puerto, pues poco aventuramos cuando nos hobiéremos de mudar en dejar las casas de paja.» Concedido ésto por todos, llamó Pedrárias á un escribano que asentase por escrito como allí depositaba una villa que se llamase Panamá, en nombre de Dios y de la reina doña Juana y de D. Cárlos, su hijo, y protestaba de la defender en el dicho nombre á cualesquiera contrarios, la cual, quedó siempre allí desde aquel año, que fué de 1519, hasta hoy que se cuenta, y durará cuanto Dios tuviere por bien de castigar á todos los que, á robar las tierras ajenas, y oprimir y captivar las personas que en sus tierras y reinos pacíficos vivian, por allí pasan al Perú y á las otras partes de aquel Ultramar; porque en obra de veinticinco ó veintiocho años, más son muertos de 40.000 hombres idos de España, de malas enfermedades, por ser la tierra calidísima y humidísima, en ella y en la villa del Nombre de Dios por la misma causa; y es cosa digna de considerar que haya sido tanta la ceguedad de los del Consejo del Rey y de todos los que allí envian á gobernar, que nunca hayan tractado de mudar aquellas de aquellos lugares, habiendo muchas partes en aquellas dos costas de mar y puertos buenos en ella, cognosciendo manifiestamente ser ambos lugares pestilenciales. Pero por los