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Historia

materias, no ser pecado mortal lo que lo era, por manera que, pareciéndoles que el pueblo comenzaba á padecer peligro oyendo doctrina no sana, acordaron de ocurrir á ello, y no me acuerdo sobre qué materia, que habia predicado D. Cárlos, mandó el Vicario de los frailes á un padre fray Bernardo de Sancto Domingo, que era el más docto y habia sido uno de los primeros que habian traido la Órden acá, que fuese á fijar ciertas conclusiones en el púlpito de la iglesia de la ciudad, contra la doctrina que habia predicado D. Cárlos, estando toda la iglesia llena de gente, que debia ser dia de fiesta. El tesorero Pasamonte y todos los demas, ó con buen celo por impedir escándalo, ó porque la honra, crédito y autoridad que habia D. Cárlos adquirido en esta isla, no padesciese algun daño, rogando é importunando mucho al padre fray Bernardo, le impidieron que las conclusiones no fijase; el cual, visto que aunque porfiase á fijarlas no podria salir con ello, porque por bien ó por mal no lo dejaran, acordó tornarse á su casa sin hacer más; lo que pudieron hacer los religiosos fué, recoger las más proposiciones que pudieron haber, que D. Cárlos habia, ó era fama entre los seglares que habia predicado, y enviarlas á España al Provincial, para que allá las viesen, y lo que conviniese remediasen. Desde á algunos dias, acuerda D. Cárlos irse á España; llegó á Sevilla y mudó la color del hábito, vistiéndose de paño humilde y pardo. Comienza á predicar en muchas iglesias y lugares, y váse toda la ciudad tras él, donde quiera que predicaba; ó por el aviso que de acá los religiosos de Sancto Domingo dieron, ó porque Dios no se olvidaba de la honra y autoridad de Sancto Tomás, comenzaron á le ir á oir é notar los frailes de la Órden lo que predicaba. De Sevilla váse á Castilla y á la corte, predica por ella, vánle á oir los frailes, colígenle muchas proposiciones no dignas de verdadero cristiano, y, segun entendí, el padre fray Diego de Victoria, solemnísimo predicador en España, de la misma Órden, y hermano del maestro fray Francisco de Victoria, que tanta claridad por su doctrina desparció en España, denunció dél á los inquisidores veinticinco ó treinta errores y herejías,