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men más acertado sobre el particular que el patriota Juan Romero Alpuente. Este designó en seguida á Florez Estrada. Calvo de Rozas, Torrijos, Muñoz y otros individuos, conocidos todos por su adhesión al sistema, y en el mismo día expidió el Rey un decreto nombrándolos por sucesores de los San Migueles. Todo esto fué efecto de las circunstancias de apuro que mediaban; en otro caso, jamás se hubiera podido recabar del Rey la eleccion de unas personas tan á propósito para salvar la pátria.

»Los comuneros entónces tenian una fuerza irresistible: más de sesenta mil valientes (1) habian jurado en las fortalezas de la Confederacion defender las libertades patrias sobre los restos del héroe Padilla, y estos mismos valientes hubieran contraido sus esfuerzos á sostener á los ministros nuevamente electos, como los más á propósito para hacer el bien del Estado; pero la intriga de los masones les puso en estado de no poder obrar con la firmeza y energía que eran entónces tan necesarias. Voy á exponer los medios inicuos que se adoptaron para que este nombramiento quedase sin efecto.

»Al Rey le pesó de haber hecho este nombramiento tan luégo como reflexionó que los elegidos no eran personas que se adherian á sus ideas liberticidas, pero ni se atrevia á revocarlo, ni le parecia decoroso confirmar á los San Migueles en sus puestos, y por otra parte éstos no le acomodaban, porque ya los miraba con ódio. Los masones, atolondrados con este golpe mortal, no hallaban el modo de repararlo; redoblan sus juntas, se hacen en ellas diferentes proposiciones, y se adoptan planes y medios indignos al propósito de conservar el mando ó continuar el ministerio de los San Migueles, ó entrar á reemplazarlos otros masones. Tal fué el fin que se propusieron.

»Ambos extremos eran bien difíciles, pero era preciso aventurarlo todo, y no reparar en los medios para conseguir cualquiera de ellos. Con esta idea se trató de destruir la sociedad de los comuneros, o al memos ponerla en desorden y confusion por algun tiempo, y desgraciadamente lo lograron. ¡Hombres perversos (2)! Ella era el antemural... la égida impenetrable que defendía las libertades del pueblo español, y trataron de destruir los esfuerzos de aquellos patriotas por medio de la más detestable intriga. El brigadier Palarea hombre venal, que habia sido indivíduo de la sociedad del Grande Oriente, fué el lazo traidor que, pretestando desertar del Grande Oriente, se introdujo en la fede-


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(1) La mitad de la mitad, segun queda dicho.

(2) Llamar perversos un comunero a los francmasones de Madrid, es una cosa tan linda como edificante.

TOMO I. 19