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mos al general, avisándole que el regimiento estaba en connivencia con los insurgentes de Cataluña.

En el díctámen presentado al Rey con el voto de la minoría del consejo de guerra, se halla el siguiente párrafo: «Se ha querido acriminar al general de Extremadura porque en su primera exposicion negó con algun calor la existencia de los partidos llamados carlistas y ancoristas , y se pidió á la comision del consejero Pino lo que allí resultase para probarla. V. M., teniendo presente sin duda cuán falibles han sido los procedimientos de la tal comision, se sirvió mandar que se pasasen los autos originales y, su resultado actual; pero Pino no lo hizo así , y creyó bastante una relación, con su parecer, de tres causas seguidas contra personas residentes en Extremadura.»

Las causas formadas eran tres, y sus resultados ningunos, á pesar de que el Sr. Pino daba los hechos por probados. La primera se seguia en Plasencia á D. Miguel Ruiz de Linares, atribuyéndole que habia circulado proclamas y papeles subversivos ; pero al cabo de año y medio aún no estaban hechas las pruebas. Los complicados en ella eran veinte realistas, entre ellos algunos clérigos. La segunda, contra los autores de una proclama circulada desde Valladolid, en la cual se sobreseyó por no haberse averiguado nada, aunque se apercibió á un oficial de correos y al intendente para que fuesen más vigilantes. La tercera se formó á Mateo Jara, tesorero de la Catedral de Coria, por haber escrito cartas elogiando la sublevación de Cataluña; él negó que las cartas interceptadas fueran suyas. Esta causa se hallaba aún en sumario, y sobre estos fundamentos, nulos en derecho y en sentido comun, estribaban las pretendidas pruebas del señor Del Pino.

El gobernador de Badajoz y los jefes de la guarnicion establecieron retenes y armamentos extraordinarios, sin contar con el general San Juan. «Por desgracia, decía el dictámen del ministerio, se han olvidado las costosas lecciones de la experiencia, queriendo que los hombres débiles ó delincuentes en el año 20 sean ahora el modelo del honor militar.»

Los autores de aquella intriga no pudieron impedir que, al arrestar á uno de los oficiales que más habian trabajado en ella, se le cogiese una cifra con signos sospechosos, sin duda para corresponderse con alguna sociedad secreta, y además objetos de grosera lubricidad, que acreditaban su