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Felipe V, y restableciendo el antiguo derecho constitucional de sucesion de las hembras, á lo cual siguió la convocacion de Córtes en que fue jurada doña Isabel II, como sucesora de su padre. D. Cárlos no le perdonó, á pesar de sus súplicas y pingües donativos.

Amnistiados los liberales por el nuevo ministerio de Cristina, ya no necesitaron conspirar á mano armada; por el contrario, trocados los papeles, principiaron á conspirar los realistas. Si D. Cárlos se hubiese querido sentar entónces en el trono. aceptando los consejos de su camarilla y las ofertas de toda la Guardia real ,de las autoridades militares y de los doscientos mil voluntarios realistas, es probable que lo hubiese conseguido, pero no sin encender la guerra civil, pues ya una gran parte del ejército y casi toda la Marina estaban contra él, y hubieran apoyado á los liberales. La divísion misma de Pastor, que guarnecia á Madrid, estaba ganada por éstos, y los soldados de ella no desperdiciaban ocasion de insultar á los realistas. Acalorados éstos, y en union con los guardias de corps y no pocos jefes de la Guardia real, estuvieron para sublevarse en la noche del 5 de Noviembre. De sus resultas se deshizo casi por entero el regimiento de Guardias de corps, se expulsó á muchos oficiales de la Guardia real, y á casi todos los jefes militares, que habían sido guerrilleros desde 1821 al 23. Entre ellos lo fué el coronel de Extremadura D. Tomás Zumalacárregui. La francmasonería del Ferrol, que dominaba allí por completo y tenía de su parte á la Marina, como en todos los puertos, hacía venir continuas delaciones á manos del comandante del apostadero, D. Roque Guruceta, quien llegó hasta el extremo de poner sobre las armas la brigada de Marina y á los liberales de la poblacion y marina mercante para impedir la supuesta sublevacion de Zumalacárregui. Encausado éste, resultó que era pura patraña cuanto se había hecho creer contra él á las autoridades del puerto. Poco despues se premió al decano del Consejo, D. José María Puig, al marqués de Zambrano, capitan general de Castilla la Nueva, y al ministro de Gracia y Justicia, D. José Cafranga, que refrendó el decreto de amnistía. El premio fué quitarles, en 14 de Diciembre de 1832, los destinos que se les habían dado en 14 de Octubre del mismo. Si lo hubieran hecho los realistas, se les hubiera llamado ingratos.

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(1) Dicese de público, aunque ignoro si con verdad, que por la artilleria de la Guardia real se presentó á D. Carlos uno que luego ha sido progresista.