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muerte contra todos los masones que no se declarasen tales en el término de treinta días, pasado el cual los que fuesen reconocidos como masones, serian ahorcados en las veinticuatro horas siguientes, sin otra forma de proceso.

»El hermano J. P. Cuatero, natural de Casal de Monferrato, era teniente coronel de un regimiento que se hallaba de guarnicion en Alicante cuando la intervencion francesa. Ocupada esta plaza por los ejércitos de Angulema, fué disuelto el regimiento de Cuatero, y éste se retiró á vivir en Villanueva de Sigas, cerca de Barcelona. Ocho meses habían trascurrido de su residencia en aquella villa, cuando una noche vio allanada su casa por seis familiares de la Junta Apostólica, que registraron todos sus papeles. Hallóse entre éstos un diploma de mason, y fué más que suficiente para que se arrestase á Cuatero en una de las torres de la villa, conduciéndole á los pocos dias desde allí al convento de San Francisco. Los frailes, al verle entrar, se lanzaron á él como energúmenos, le colmaron de insultos y denuestos, le abofetearon, le arrancaron la barba, y molieron su cuerpo á golpes. Magullado, cubierto de sangre y medio muerto, se le metió en un carruaje, que le condujo á la cárcel de la Junta Apostólica de Barcelona. Aquí fué encerrado con otros ochenta individuos en un calabozo que no tenia más que cuatro piés de altura, por sesenta de longitud y veinticuatro de ancho, y que no recibia más ventilacion y luz que la que entraba por una rejilla practicada en la puerta.

»Dos meses permanecieron Cuatero y sus compañeros en esta horrible mansion, siendo víctimas de la brutalidad de sus verdugos. Conducido, por fin, ante el tribunal, el interrogatorio versó, como de costumbre, sobre la francmasonería y sus secretos, prometiéndole, si hacía revelaciones sobre este asunto, la libertad y la reposicion en el ejército. Encerróse Cuatero en el más absoluto silencio, y los inquisidores, no pudiendo obtener las revelaciones que deseaban, devolvieron el proceso á la comision militar de Barcelona, para que el acusado fuese condenado como rebelde á S. M., por no haber entregado su diploma á las autoridades en el plazo marcado por el decreto.

»Mucho favoreció á Cuatero el haber escapado de las garras de los inquisidores (1), pero más aún le favoreció el que las tropas francesas ocupasen á Barcelona en la época de su proceso ; pues si éste se hubiera terminado por las autoridades del país, su perdicion hubiera sido infalible.

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(1) Pero ¿acaso había inquisicion en 1825? La Junta Apostólica, caso de que fuese algo más que un ente de razon, ¿gozaba de existencia oficial y pública para tener cárcel y formar expedientes? ¡Cuánta mentira y cuánta necedad!