fuera de los momentos en que tengamos natural deseo de estar uno al lado del otro; te parece?
Eglé asentía, aunque no hubiera deseado que él hablara así. Y como quedaba mirándolo, hundida de nuevo en su giro de pensamientos inductivos, él observaba:
—Te da pena que no sea celoso?
Eglé se recostaba á él sin responderle.
—No desees verme celoso—sonreía él acariciándola. Te aseguro que no es agradable.
Luego Eglé, que suponía á Rohan excesivamente inclinado á las mujeres, ponía en él sus ojos de duda y fe:
—No me importa que hayas querido; lo que deseo es que me quieras á mí.
—Sí, á ti sola..... á—ti—so—la. Y tú—añadió él en esta ocasión, observándola: — Has querido alguna vez?
Eglé respondió tras una breve pausa:
—Sí, cref; pero ahora que sé como te quiero á ti, veo que no quería.