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Historia de un amor turbio

de cuello grueso, comenzaba en el costado.

Conocíase claramente la fraternidad con Eglé en la igualdad de expresión cuando leían música: los mismos ojos entornados con esfuerzo e miopía é idéntica dureza de la boca. Cuanlo concluyó su Tosca, Rohan acercóse al Jiano.

—No toca más?

—No—le respondió recorriendo de nuevo on los ojos la música ejecutada.—Si usted uiere, sí, pero no tengo ganas.

—No, gracia Cidsoven se levantó sin mirarlo, oprimióse la beza—aunque no sufría con la punta de dedos por costumbre de persona que ha lido jaquecas, y se recostó de codos en la la del piano, hojeando partituras. Rohan, n la rodilla encima del taburete, la miraba listentemente el cuerpo ahora arqueado y icho más al alcance del suyo entero, miens sus leones despertados comenzaban á