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Historia de un amor turbio

XXIII Al día siguiente Rohan se levantó con el espíritu tranquilo. Pensó en que tres días después vería á Eglé y se sintió feliz. Al decirle la noche anterior que había necesitado todo ese infierno para darse cuenta de cómo la quería, no había hecho sino expresar ese pensamiento en la misma forma en que él se lo había repetido mil veces. Sus torturas habíanse caracterizado, cómo es natural, por saltos súbitos de odio á amor y viceversa, y esto con la rapidez y falta de transición que conocen bien las personas que han visitado—dos segundos siquiera—el infierno de los celos. Había constatado, por la intensidad de uno y otro, que quería á Eglé mucho más de lo que él se imaginaba. «Y no haberme dado cuenta antes, esto es lo T XE