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Historia de un amor turbio

Antes, sí; pero desde hace dos meses vivo con ella. Arrime el sillón.

Ahora bien, desde que lo vi confirméme en lo que ya habíamos previsto con el otro:

no tenía absolutamente ningún resfrío.

—Bronquitis?...

—Sí, cualquier cosas de ésas...

Observé rápidamente en torno. La pieza se parecía á todas como un cuarto blanqueado á otro. También él tenía gas incandescente.

Miré con curiosidad el pico, pero el suyo silbaba, siendo así que el mío explotaba. Por lo demás, bello silencio en la casa.

Cuando bajé los ojos á él, me miraba. Hacía seguramente cinco segundos que me estaba mirando. Detuve inmóvil mi vista en la suya y desde la raíz de la médula me subió un tentacular escalofrio: ¡Pero ya estaba lo co! ¡El perseguido vivía ya por su cuenta á flor de ojo! En su mirada no había nada, nada fuera de su fijeza asesina.