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Historia de un amor turbio

No se va á morir, Rohan?

Rohan se paró francamente delante de ella.

—Hagamos las paces—le dijo con sincero cariño. Tan cerca de ella estaba que sintió su perfume distendiéndole los nervios en una ola profunda de languidez. Recorrió sus facciones y se detuvo en la boca entreabierta. Mercedes hizo á su vez el mismo examen de facciones, fljándose también en la boca de él.

Pero tuvieron que apartarse; un muchacho lampiño con una erupción en la cara pasó en bicicleta, volvió la cabeza sobre el hombro y miró fijamente á Mercedes. Eglé y la madre, muy separadas, retornaban lentamente del minúsculo paseo á la esquina.

Empezaba á anochecer. Rohan, que en las dos ó tres veces que fuera los domingos de tarde había tenido la dicha de hallar á las de Elizalde sin deseos de pasear en el corso, hubo de resignarse entonces á entrar con