llos! Abrazad al primo Sacha. ¡Todos hemos venido, toda la familia, y por unos tres o cuatro días! ¡Sé que no te estorbamos!... ¡Sólo te ruego que no gastes cumplidos!
Viendo al tío con su familia, el matrimonio quédase aterrorizado. Mientras el tío habla y le abraza, Sacha prevé lo que va a suceder: que él y su mujer cederán a los huéspedes sus tres cuartos, las mantas, las almohadas; que las sardinas, el pollo y la sopa serán engullidas por los recién llegados; que los primos arrancarán las flores, derramarán la tinta; que la tía no cesará de hablar de su enfermedad, la solitaria, y sus dolores de estómago, y de recordarles que es baronesa de nacimiento.
Sacha mira con odio a su joven esposa y la dice en voz baja:
—¡Han venido por ti! ¡Que el demonio se los lleve!
—¡No, por ti!—le contesta ella, pálida de coraje—. ¡No son mis parientes, son los tuyos!
Y volviéndose a los huéspedes, les dice con sonrisa afable:
—¡Vaya, sed muy bien venidos!
La Luna reaparece; ahora sonríe; parece alegrarse de no tener parientes.
Sacha mira al otro lado para ocultar su cara desesperada; hace un esfuerzo para dar a su voz un sonido alegre y bondadoso, y exclama:
—¡Enhorabuena, enhorabuena, queridos míos!