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BARROS VIDRIADOS

é imposibles de encontrar; en fin, hay que decirlo; algunas de estas producciones tienen un valor dudoso. Es preciso, pues, que de vez en cuando, un espíritu discreto, experimentado, erudito, se encargue de ordenar este caos, de pasar revista á todas las obras dispersas, resumiéndolas, condensándolas, completándolas, y sobre todo, de enmendarlas y de comprobar todos los descubrimientos más ó menos auténticos, todas las opiniones, generalmente atrevidas, de separar, en una palabra, el buen grano de la cizaña, á fin de presentar al público estudioso un cuadro verdadero y tan completo, como es posible, en el estado actual de la ciencia cerámica. > No puede desconocerse la verdad de las anteriores afirmaciones; y es evidente, que si la realización de una obra de tal índole tiene que ser tan lenta como penosa, contando con verdadera riqueza de datos, claro es, que sube de punto la dificultad, cuando en un caso, como el de redactar la historia particular de la cerámica en una región española, nos encontramos envueltos en profunda obscuridad, por faltarnos noticias que nos puedan servir de segura guía. Pero, dejando aparte estas consideraciones, que más adelante habrá ocasión de ampliar, entremos en el ligerísimo estudio de la aplicación de la cerámica vidriada en colores á los más antiguos monumentos arquitectónicos.

La historia general del arte nos demuestra, evidentemente, el grado de apogeo que alcanzaron los pueblos orientales en todas las manifestaciones artísticas, revelando en ellas, de una manera singular, las titánicas energías de su espíritu. No solo la grandeza y la robustez, sino el más depurado sentimiento artístico, vese reflejado en las imponentes ruinas que explora el arqueólogo investigador con decidido entusiasmo, y merced á descubrimientos felices, podemos afirmar que los más antiguos pueblos conocieron y apreciaron en todo su valor, la importancia de la policromía aplicada á las colosales y gigantescas fábricas, lo mismo religiosas que profanas, valiéndose de la cerámica vidriada en colores, en todas cuantas ocasiones juzgaron convenientes y oportunas. Egipcios y asirios, caldeos y persas, revistieron los muros de sus grandiosos monumentos con ladrillos y placas de barro cocido, esmaltados de brillantes colores, formando composiciones, en las