modelado en forma de delfín, que posee el Museo Británico, del estilo griego más puro, que lleva la inscripción en caracteres helénicos: Pertenezco á Phytes, Parece, pues, cierto, que los griegos de Naucratis habian aprendido sobre las orillas del Nilo á imitar las tierras barnizadas egipcias, y que la exportación de estos productos, no fué solamente monopolio de los fenicios. Siempre será imprudente hacer extensivas estas conclusiones á todos los países griegos. Nada prueba que esta fabricación haya sido implantada en la Grecia propia; parece, por el contrario, haber estado localizada en Naucratis y en Rodas sin prolongarse mucho después del siglo VI. Hay que descender hasta el tercero, para encontrar la técnica egipcio-fenicia aplicada á obras griegas de forma y de estilo. Los Tolomeos emprendieron con gran ardor, en el orden político y religioso, la obra de fusión entre los elementos griegos y las tradiciones nacionales, para que las consecuencias no se hiciesen sentir en el arte industrial. Alejandría llegó á ser un centro poderoso de civilización; griegos y egipcios vivían al lado unos de otros; el helenismo revestía allí una forma cosmopolita; más que en otra parte, la industria griega debía plegarse á exigencias nuevas, buscando la renovación de sus viejas tradiciones, por los préstamos hechos al arte indígena. Añádase á esto que en el momento en que el helenismo se desenvolvía en Egipto, los antiguos métodos de la pintura cerámica cayeron poco á poco en el olvido, y dejaron el campo libre á todas las audacias. No debe, pues, sorprender, que los ceramistas griegos de Alejandría buscando novedad, hubiesen juzgado oportuno apropiarse los procedimientos familiares á los talleres egipcios. La técnica de las tierras barnizadas, convenía, de otra parte, demasiado bien, á esta alfarería sin pintura, imitada del metal, que comenzaba á estar en boga y á extenderse en el tercer siglo en Grecia y en Italia.
A esta fabricación greco-egipcia contemporánea del imperio de los Lagidas, hay que atribuir una serie, todavía poco nume-go ha procurado en primer término, la nobleza de la forma, queriendo encontrar en el decorado la ocasión de hablar á la inteligencia, recordándole y representándole alguna cosa que le interesase. Op, cit. Tom. II. Fenicia y Chipre, pág. 683.