diremos: que los artífices que en ella se ocuparon fueron fieles depositarios del gusto y procedimientos empleados por los alfareros y coroplastas helénicos, llevando su espíritu de imitación hasta un punto singular. Con efecto, por lo tocante á la fabricación de los vasos romanos vemos que el primor y elegancia de la hechura, la rica variedad de las formas, la pureza y finura de sus perfiles y sus artísticos ornatos, no desdicen en muchos casos, de los hermosos ejemplares helénicos: y no sólo ocurre así con los que por sus dimensiones é importancia artística podemos considerar como grandes obras cerámicas, sino hasta con aquellos objetos de uso vulgar que se aplicaban á las necesidades ordinarias de la vida, ([1]) Si los romanos, pues, fueron depositarios de la cultura griega, y si dejamos comprobado con ejemplos irrefragables, que el procedimiento de vidriar los barros fué conocido en las florecientes ciudades griegas, no ha de extrañarnos que los pueblos latinos lo hubiesen también adoptado, no sólo en las ciudades del Lacio, sino en las regiones que sojuzgaron en Europa, Asia y África, y á las cuales transmitieron los poderosos alientos de su civilización.
No há muchos años, todavía, dudábase, si los romanos emplearon el vidrio en los barros, y hoy, en vista de los descubrimientos efectuados, no cabe ya dudar, antes por el contrario, puede asegurarse, que lo emplearon y que su uso fué bastante general. En demostración de lo dicho, baste á nuestro propósito echar una ojeada sobre los objetos custodiados en el estante P, Sala H del Museo del Louvre y en él veremos varios vasos, lucernas y jarritas vidriadas, unas de verde y de color melado otras.
- ↑ No deja de ser curioso un hecho que prueba el incremento que llegó á tomar la industria alfarera en la época de la dominación romana, en la región Bética que baña el Guadalquivir, aguas abajo de Córdoba y Écija. Aquellas numerosas fábricas produjeron tan infinito número de ánforas destinadas al transporte del aceite que era exportado á Italia, que según las investigaciones practicadas por el Sr. Enrique Dussel en el monte Testado, cerca de Roma, dicho monte está formado, exclusivamente, de los restos de grandes ánforas procedentes en su mayor número de aquella serie de alfarerías á que antes nos hemos referido, como confirman las marcas de sus fabricantes. J. Bonsor. Los pueblos antiguos del Guadalquivir y las alfarerías romanas. Madrid, Tello, 1902.