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LA AZULEJERÍA SEVILLANA

mosáico, ya nuevas composiciones de lazos de mayor tamaño y más ó menos complicadas, sin que falten entre los ejemplares de este género, algunos, raros por cierto, en que se manifiesta la influencia del arte cristiano, pues la combinación de lazos hízose de manera, que en cada loseta dejaron en su centro un gran espacio en el cual, sobre fondo blanco, resaltan en diferentes tonos, fantásticas invenciones de animales del gusto gótico, ([1]) Esta misma influencia revélase también en otras losetas, con las cuales tratóse de imitar riquísimas estofas de carácter gótico, análogas á las que emplearon nuestros pintores imagineros en los fondos de sus tablas.

Este género de fabricación permaneció vivo próximamente hasta los primeros años de la segunda mitad del siglo XVI, en cuyo tiempo desaparece, dejando su puesto á otros dos que comenzaron á manifestarse en los albores de la referida centuria, y que fueron los que hemos llamado en otros escritos nuestros, azulejos polícromos planos y y de cuenca. Acerca de los primeros, cúmplenos decir que los llamamos de aquel modo por dudar de como lo hicieron los antiguos; pero en lo sucesivo les diremos de pisano, fundándonos para ello en las siguientes razones.

La primera: que así los conocieron á partir del siglo XVI, según confirman el contrato celebrado en 1561 entre el flamenco Francisco Andrea y el ollero Roque Hernández ([2]) y los numerosos asientos de los Libros de Hijuelas de gastos de las obras del Alcázar. ([3]).

Segunda: que recibieron su nombre en gracia al origen de su introductor Francisco Niculoso.

Tercera: que el calificativo de pisano aún se emplea en la actualidad por los alfareros de Triana, aunque no sea precisamente aplicado al azulejo polícromo; pero sí al plano; y, por último, porque tal designación además de que es más concisa lleva en sí el concepto de su origen y del estilo especial á que pertenecen sus

  1. En el Capítulo V al tratar de la cerámica de cuerda seca reproducimos en una lámina los azulejos á que se alude en el texto.
  2. V.e el Cap. IX.
  3. Sevilla Monumental, págs. 578 y siguiuientes.