su siervo, que levantándose, dirigia sus miradas de su dueño á mí, y de mí á su dueño, sin murmurar una frase.
—Vamos, es preciso volver, dijo este, la partida no está perdida.
Y tomó el camino hacia el tulipífero.
—Júpiter, dijo, cuando hubimos llegado al pié del árbol, ven aquí. ¿El cráneo está clavado en la rama, con la cara vuelta al esterior ó puesta contra la rama?
—La cara está vuelta al esterior, amo, de suerte que los cuervos han podido comerse los ojos sin trabajo alguno.
—Bien. Entonces ¿es por este ojo ó por este por el que has hecho colar al escarabajo?
Y Legrand tocaba alternativamente los dos ojos de Júpiter.
—Por este ojo amo, por el izquierdo, precisamente como me habíais dicho.
Y todavía indicaba el pobre negro su ojo derecho.
—Vamos, vamos, es preciso comenzar.
Entonces mi amigo con la locura en la cual veia, ó creía ver ciertos indicios de un método, llevó la estaca que marcaba el sitio donde habia caido el escarabajo, á tres pulgadas hasta el oeste de su primera posicion.
Alzando de nuevo su vista al punto más cercano al tronco hasta la estaca, como lo habia hecho antes, y continuando estendiéndola en línea recta á una distancia de cincuenta piés,